«Antes de que comenzara el relato del mundo, dos personas se sentaron para hablar de los insectos», velan las primeras líneas del segundo poemario de Laura Ramos (Avilés, 1996). Desde ese momento se suceden personajes e historias varias, ligadas a la oralidad y a los orígenes de las cosas: expertos recolectores de remolachas sacan su jugo, robots fabricantes de libros se enamoran en su puesto de trabajo, gatos se cansan de sus melodramáticas dueñas. En el espacio del poema en prosa cabe todo: lo trágico y lo cómico, lo cómico y lo trágico. Y es que quienes cuentan esta historia bromean con acidez, o lloran mientras bromean, como es habitual en la vida. Una vida en la que, de todos modos, siempre pasan cosas bellísimas
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