´No hay mayor incongruencia que la de estar sometido a una devoción. Yo soy cautivo confeso del ´Mira qué fue de Aureliano Mercader´. Una devoción absurda a la vez que seductora. O compleja al tiempo que sugestiva. Y es que, cuando uno habla mucho consigo mismo, acaba por creer que su voz es la de otros´