Hacia el final de sus vidas, Shakespeare, en ´La tempestad´ (1611) y Cervantes, en ´La ínsula Barataria´, coincidieron en adoptar, curiosamente, un escenario insular. A partir de esos legados, se busca recomponer la ardua fisonomía de unas islas inmersas en ´los seculares poderes del tormentoso Atlántico´. Y se contrastan, para ello, materiales de autores insulares de diversas latitudes.