En un mundo en el cual toda trivialidad tiene su asiento, donde las novelas, los libros, apenas duran quince días sobre los anaqueles de las librerías, ansiosos de ´novedades´. En una sociedad que busca juventud, disfrazada o real, con la temeridad de Fausto, en la que se ha impuesto la jubilación forzosa y anticipada (un despilfarro suicida), que alguien, como Agustín Camón, se lance a la palestra literaria es una bendición y los lectores se lo agradecerán, como le agradece Joaquín Leguina su coraje personal y su talento literario.