Renunció al palomar de las celebraciones y no quiso que le pagaran tanta mansedumbre con la migaja de los parques. La Muerte la cobija en la ignorancia de tan oscura vecindad y le siega la ortiga sin que sepa la cruz de su semilla. Y le siembra cizaña entre las lápidas para cebar los ojos de las constelaciones con que teje su vuelo el negro palio de las postrimerías. Fragmento de ´Fábula de la paloma que anidaba en los sepulcrosö, de José A. Ramírez Lozano