En la Antigua Roma, el número de esclavos era mucho mayor que el de ciudadanos libres y, a menudo, los romanos sentían verdadero miedo de ´los enemigos en casa´, los sirvientes que vivían bajo su propio techo. Para apaciguar su temor, el gobierno decretó una ley conviniendo que si un romano era asesinado en casa y el culpable no era rápidamente descubierto, sus esclavos -todos ellos, responsables o no- serían inculpados y condenados a muerte. Sin excepciones. Así, cuando una pareja de recién casados es violentamente asaltada y asesinada en su propia habitación, sus esclavos domésticos saben qué es lo que va a suceder... Huyen rápidamente para esconderse en el Templo de Ceres, donde tradicionalmente se respetaba a los refugiados. Y ahí aparece Flavia Albia, hija de Marco Didio Falco. Las autoridades, presionadas por todos los lados, necesitan una solución. Manlius Faustus, al cargo de la investigación, le pide ayuda a Albia mientras intenta persuadir a los fugitivos para que salgan del templo; Albia lo ayudará con su peculiar estilo, distinto pero aún así herencia del de sus padres.