A lo largo de la historia las mujeres hemos padecido el invento de la ´identidad de género´, ese constructivismo esencialista que ha solidificado la desigualdad estructural entre los sexos. La ´identidad de género´ ahora es un neolenguaje que tiene por objeto prescribir qué, quién, cómo, cuándo y dónde alguien es ´mujer´. Su retórica se multiplica con prefijos como ´cismujeres´ o giros del lenguaje como ´portadoras gestantes´ o ´seres menstruantes´ para evitar el uso de la palabra correcta, ´mujeres´. La heterodesignación no quiere rendirse y se esconde en la transdesignación. La ginofobia, el machismo extremo y la minusvaloración de las mujeres asoman disfrazados de queer. La moneda está otra vez en el aire: o feminismo o distopía patriarcal.